No se atraviesa una lágrima sin soltar una mano

Suelta su mano, se despide; otra mano se lanza al agarre; como mico de palo en palo no puede más que hacer uso de su dedo prensil para asirse al uno, desprenderse del otro. El dedo oponible forrado de palabras no quiere volver a abrirse, no quiere dejar, sin embargo está utilizado a la fuerza para que al mejor estilo de Tarzán, transitemos está jungla de un bejuco apalabrado a otro, intentando no caer en el vacío del silencio. 

Un cuerpo sin nombre la va llevando de la mano a un espacio sonoro nuevo y confuso. Aunque es llevada a la fuerza, su dedo oponible no deja de agarrar, ¿Quién lleva a quién? Devolverse, salir corriendo, abrir la puerta, gritar ¡Mamá!… Ella ya no está allí… silencio hecho de ecos, uniforme rosado, otros de azul. El mundo siendo advertido desde la resolución que permiten chorritos de lágrimas no percibidos que a la manera de lentes hacen de ese espacio uno extraño, ajeno. 

Secar las lágrimas, abrir bien los ojos, del otro lado de la puerta un cuerpo extraño se dibuja. El rosado me hace parecer una de ellas, uno de ellos en los cuadritos. De Tarzán he pasado a Chita, busco un cuerpo para asirme y no hay árbol suficientemente alto para huir, ni piernas tan fuertes para trepar, la palabra no aparece, las lágrimas lanzan el grito silencioso que nadie quiere oir; un pañuelo tapona y aparece el click luminoso de una foto que se queda diciendo ¡Miedo!

15.10.10

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