La tinta negra que iba desbordándose entre las líneas de la hoja permitía suponer la figura de un gato, un felino agazapado entre las letras; ojos feroces que escudriñan la noche.
R era así; iba dejando trocitos de selva aquí y allá, domesticando bestias a punta de palabras.
El gato salta de la hoja directo al ojo y deja un charco de tinta en el papel; vuelve a la hoja tras el movimiento rápido de su garra; ahora está sentado como gallina peluda y me mira…
C añoraba la noche sin gatos, el sueño sin sueños…
El charco de tinta que ha quedado en la hoja dice ‘negro’ y el gato voltea ante el grito, se queda viendo al hueco y lanza un chillido sordo que propone centro a la mirada.
M habla y habla y salpica de saliva la hoja, las letras se deforman, ¿qué dice?
Una vez más se retuerce y comienza luego a lamerse; su lengua negra de tinta lo borra, lo desdibuja, lo baña y lo cambia, lo rehace; y sus ojos de nuevo sin nada nuevo.
11.11.10