ASÍ FUE

Era un hombre bueno. Yo lo quería; lo extrañaba cuando en la noche tardaba en escuchar su llave en la puerta; si me quedaba viéndolo algunos segundos se me escapaba una sonrisa corta que me permitía volver a lo que me ocupaba antes de haberlo percibido a mi lado. Era así… Un hombre bueno.

El día que se fue; mejor, el día que desapareció, en la mañana sentí que me fastidiaba, cuando el despertador sonó, abrí los ojos y ahí estaba su cara, así como siempre, como todos los días desde hacía veinte años. No quise despertarlo, no por consideración con su cansancio sino más bien porque no quería tener que besarlo, no quería escucharle la voz dormida, no lo quería así. Me levanté con cuidado y empezó mi día. Mientras me vestía, lo veía ahí dormido, casi muerto. Con la última cucharada de cereal, escuché las suelas de sus chancletas sobre el suelo; rápidamente llevé los platos a la cocina, entré al baño del corredor y cogí mi bolso calculando mi salida de la casa antes que su salida del baño. Chao, gordo, te veo en la… Justo en ese momento se abrió la puerta del baño con cierto afán.

¡No te ibas a despedir? Y se lanza hacía mi cuerpo con toda su noche encima.

Atino a decir ¡Tengo afán! ¡Tengo afán! Mientras me despego de sus sueños.

No lo quise mirar. Alcancé sin embargo a percibir su silueta vacía sin mí entre sus brazos; se quedó así, quieto, vacío, como estatua.

Al gordo ya no lo vi en la noche; al gordo ya no lo volví a ver. Lo encontraron en el baño del centro comercial, así, todo muerto, así, como se encuentran los muertos, así, todos escurridos, solos, como dormidos sin sueños.

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