
Desde los dos años llevo un solo ojo. Fue algo simple; un tumor, no había otra opción, la decisión de mis padres fue rápida: Un ojo a cambio de la vida. Supongo que la variación en la perspectiva tuvo que ser dura para mi corta edad, pero en todo caso veía muy mal por el que tuve que perder y los dolores de cabeza, según cuenta mi abuela, eran muy fuertes.
Me acostumbré pronto a mi mirada ciclópea. Me gustaba ponerme ante el espejo y ver la quietud de mi bola de cristal, siempre hacia el frente, inamovible, resistente a los movimientos del resto de mi cuerpo; ella nunca me permitía bajar la mirada aunque el resto de mis órganos se arrugaran de vez en cuando.
Hacía los diez años, -lo recuerdo bien, ese año mis papás me habían regalado un telescopio fabuloso con el que me…
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Ese ojo que todo lo ve. Fantástico
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Gracias, Paula. Por la lectura, por la edición, por la imagen, por las palabras.
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